Dejo desnudar la dulce algarabía
que esconde mi costado,
y lanzo al vuelo el alma.
Un sabor de esparto recorre,
sombras y muros perennes.
Danza frenética,
que ilumina la razón
de esta soledad que acribilla,
para no morir en las acequias.
La noche desterrada canta,
y mis manos comienzan el ritual.
Es la hora de zurcir frases
que pueblan mi universo.
Exprimo sin trabas la fuerza de sentir
y libero con ansia inexorable,
tras infinitas contracciones
de parto imaginario,
al hijo de la duda.
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